Suicidio: siempre hay otra solución Dios, como se ha visto y entendido en términos del Creador – como la emanación constante y consuma de amor incondicional – ve y acepta el suicidio como una lección de vida que las personas han optado vivir. Esto es completamente independiente de las consecuencias que el individuo (que se ha quitado la vida) podría incurrir. Ahora bien, ¿significa que estoy defendiendo al suicidio como una opción, una solución a nuestros problemas? ¡Por supuesto que no! Y ahora te diré por qué. Una de las características de mis enseñanzas es el principio universal de que todo es perdonable, y todo es redimible. Por definición, entonces, el suicidio no es la excepción… y esto es cierto. También es cierto que algunas personas llegan a un punto en la vida en la que creen en lo más profundo de su ser, que no tienen otra opción u otra salida. Ellos creen que han perdido toda esperanza. Aquí es donde está el meollo del asunto. Antes de continuar, y para eludir cualquier juicio que los lectores puedan tener sobre mi forma de escribir estas palabras desde una perspectiva didáctica, me gustaría hacer algunas aclaraciones importantes. Durante décadas he estado en comunión con y he ayudado a muchas almas que han dejado atrás su cuerpo, así como aquellos que contemplan este trágico crimen contra el amor, contra uno mismo, ayudándoles a comprender y ayudar a encontrar el camino de nuevo. Y desde el punto de vista humano, he tenido mucha experiencia con este tema. En mi adolescencia, pasé por un período durante el cual contemplé quitarme la vida. También tuve la enorme tarea de tener que salvar la vida de una amiga querida en la universidad, a quien encontré tendida en el pasto una noche después de que acaba de tener una sobredosis. Mantenerla despierto y tener que verla pasar por esa terrible experiencia fue muy doloroso. Casi diez años más tarde, este escenario volvió a mi vida otra vez mientras yo estaba viviendo en Hollywood. Esta vez, sin embargo, la víctima fue mi muy querido y cercano amigo y compañero de alma… y me llamó cuando ya estaba muy adelantada su sobredosis. Lo llevaron al hospital a tiempo para salvarlo ya que él ya estaba inconsciente. Luego tuve que mirar como le limpiaban el estómago y todos los demás aspectos gráficos y terribles (que voy a omitir aquí) que acompañan a esta prueba, la peor de que es lo que le hizo a su cuerpo (y a su mente). Por último, perdí a mi único hijo al suicidio en 2007, a la tierna edad de 15 años. Las palabras se quedan cortas para describir el sufrimiento y los estragos que este evento provocaron en mi vida y en la vida de toda nuestra familia. Comparte esto: Click to share on Facebook (Opens in new window) Facebook Click to share on X (Opens in new window) X