¿El hombre cuyos riñones fallaban por la culpa de no haberle donado uno a su hermano moribundo? Solo consiguió sanar cuando bajo hipnosis lo lleve a ‘ver’ a su hermano para pedirle perdón. El hermano de inmediato lo perdonó dejándole saber que él ni siquiera era compatible como para haber podido donarle uno.

¿Qué tal la mujer con eczema en las palmas de las manos que solo consiguió liberarse de la condición cuando al fin accedió a perdonar al marido que le había sido infiel y a quien ella desde el incidente empujaba lejos de si? Las manos no solo sirven para atraer lo que amamos sino también para empujarlo lejos de nosotros y el eczema era una manera de decirle al marido: “Mira como me has herido, mi rechazo está  justificado.”

Y así cientos de otros casos en los que el cuerpo pareciera gritar a través de sus síntomas lo que hubiésemos preferido ignorar en el nivel del pensamiento.

Tratar estos problemas de salud con medicamentos dirigidos a eliminar los síntomas, resulta a veces tan absurdo como escuchar sonar la alarma de incendios en la casa y lejos de buscar la causa del humo nos vamos directo a desconectarla, como si eso estuviese solucionando algo. El problema real no es el sonido de la alarma sino que hay fuego en la casa y no va a desaparecer porque desconectemos el detector de humo, nos cubramos los oídos o cerremos los ojos para no enterarnos.

Por ello les digo que estamos prestando demasiada atención al efecto externo y muy poca a la causa interior, que no es otra más que lo que pensamos. Esto literalmente nos puede costar la vida pues aun cuando una parte de nosotros quisiera ver al pensamiento como una fabricación mental sin poder, la realidad es que no existen pensamientos fútiles, y todos ellos generan forma a cierto nivel, pues son el poder de la Creación en nosotros.

Pensar es crear, y necesito que tomen ustedes responsabilidad por todo aquello que están fabricando en sus mentes los siete días de la semana, las 24 horas del día.