Por Enrique Villanueva C.Ht.entre-el-amor-y-el-miedo

Alguien deja de ir a la entrevista de trabajo que tenía programada por temor a no contestar correctamente las preguntas y no ser contratado, otra persona más decide esconder su pasión por el arte por considerarla tonta o incapaz de generar ingresos, alguien más llora frente al diagnostico de un doctor que señala 6 meses de vida como un estimado optimista; y todas estas personas tienen algo en común, un elemento que como una nefasta sombra se infiltra por las grietas de la duda para someter el espíritu a las torturas de un sufrimiento por venir.

Ese elemento nocivo y ponzoñoso es el miedo que todo lo exagera, que transforma el frio en hielo, el calor en fuego y la sombra del armario en un asesino listo a dar la estocada mortal al primer descuido.

Sea que ustedes puedan reconocerlo o no, el miedo es lo opuesto del amor, y como decía la saga de Duna: “… es el asesino de la mente, la pequeña muerte que brinda la total destrucción…”, pues no son los eventos del mundo los que nos amenazan sino nuestra aterrada interpretación mental de ellos lo que nos conduce a la desesperanza y el dolor.

En ocasiones mis clientes me dicen: “Yo no tengo miedo sino celos…” y les respondo: “Eso es miedo de que la pareja, el familiar o el amigo elijan irse con alguien más…”. ¿…Envidia?: Miedo de no alcanzar a tener aquello de lo que otros ya gozan. ¿…Resentimiento?: Miedo de que aquellos de los que creo haber recibido el mal vuelvan a dañarme. ¿…Inseguridad?: Miedo de equivocarme. ¿…Timidez?: Miedo de no ser aceptado. ¿..Depresión?: Miedo de que las experiencias del pasado tenga el poder de anular mi vida. ¿…Ansiedad?: Miedo del futuro,  etc.

En la raíz de todas las emociones y sentimientos negativos se encuentra pues el miedo, y si hiciéramos un repaso de aquellos momentos de la vida en los que las dificultades parecieron aplastarnos, nos daríamos cuenta de cómo fue esta emoción negativa la que en gran medida contribuyó a generar el desenlace que no deseábamos pero que no podíamos erradicar de la mente. Como si nuestra preocupación de alguna manera hubiese contribuido a construirnos el resultado del que queríamos escapar. Quizá sería adecuado decir que preocuparse es lo mismo que orar pidiendo por aquello que no queremos que suceda… ¿Cuántas veces se han descubierto temiendo algo, para poco después confirmar que eso era exactamente lo que ocurría?: “Ojala que hoy no me pare la policía…, que no me pongan un ticket…, que no me despidan del trabajo…, que no me den una mala noticia…, etc.

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