Cuando socializamos, es común que en determinadas ocasiones sintamos algún tipo de prejuicio hacia algún semejante. Algo de esa persona capta nuestra atención y nos conduce a una inevitable crítica. Percibimos que nuestro EGO, o nuestra “Bestia” se encuentra incomoda. Somos incapaces de encontrar el problema, y como es habitual, cuando escuchamos a nuestra bestia, asociamos la causa de ese sentimiento a un factor externo. Esto es debido a que nuestro EGO no nos permite revisar en nuestro interior, sino que nos condiciona a buscar el problema en el exterior. En la mayoría de los casos, el factor que nos funda el desagrado se halla en nuestro interior, y está oculto detrás de una tela oscura, que nos oponemos a descubrir. El motivo por el cuál se encuentra oculto es debido a que nos produce una gran tortura destaparlo. Quizás oculte un momento de enorme sufrimiento, un trauma. Una buena pregunta que te debes hacer al realizar la introspección es la siguiente: ¿Qué observo en el prójimo que se halla oculto en mí? Siempre que juzgamos a un individuo, encontramos que la raíz de ese juicio proviene de nuestro interior. Simplemente proyectamos una penumbra alargada con la cual oscurecemos a nuestro semejante. La persona a la que estamos enjuiciando, es probable que no tenga nada en nuestra contra, es más, quizás ni se ha percatado de nuestro dictamen.

Una vez que realizada una profunda reflexión en nuestro pensamiento, y que hallemos nuestros problemas del pasado, los cuales nos impedían disfrutar de una vida sana, nos percataremos de un profundo cambio en nuestra existencia. Inconscientemente no sentiremos prejuicios ante nuestros semejantes, y nos hallaremos en sintonía con la fuente de la cual provenimos. De cierto modo hemos contribuido a un control sobre la bestia, que su fin es una vida en conflicto, completamente en desacuerdo con tu esencia. Al abandonar tus prejuicios también serás consciente de que gran parte de tu angustia se habrá fugado.

1 2 3

About The Author