Es decir, lograr pasar situaciones estresantes y culminar en un estado de tranquilidad, requiere voluntad, deseo, apertura y demás procesos que permitan andar el camino pedregoso donde estamos hacia la pastura fresca y relajante que nos espera.

En este mundo actual enmarcado por la tecnología de las comunicaciones y por las redes sociales es bueno saber como comunicarse y recordar que para lograr tranquilidad, hay palabras que no se gritan. Por más que vivamos en un mundo estruendoso, donde parece que hay que hacerse oír por encima de mil ruidos. Hay palabras que se dicen y se escuchan en el silencio. A veces uno asocia silencio a soledad, a aburrimiento, a vacío.

Parece que si falta algún sonido de fondo, alguna conversación, alguna actividad puede dar hasta vértigo. Pero es necesario tener, en la vida, espacios así. Momentos en los que las voces son más sutiles, momentos en que el pensamiento requiere su tiempo y su espacio. Momentos de conversación queda, o de reflexión personal, o de conexión callada con la Divinidad Superior. Shhhhhh!

El valor de la paz interior es incalculable. Cuando gozamos de paz, desaparecen la preocupación y el temor y la intranquilidad, pues sabemos que con la ayuda del Creador Universal podemos hacer todo lo que se espera o se requiere de nosotros.

Así es que podemos enfrentar cada día, cada deber y cada desafío con seguridad y confianza en los resultados. Somos libres para pensar y actuar, y para ser felices. Aun los prisioneros de guerra, encarcelados durante mucho tiempo, pueden tener paz mental. Muchos de ellos se han dado cuenta de que sus capturadores no pueden privarlos de la libertad de pensar, aun cuando se encuentren bajo las más severas restricciones.

Por experiencia propia te puedo decir que se puede encontrar esa tranquilidad consoladora del alma, en un sentido muy lejano, en la serenidad de las montañas. El retiro en las montañas presenta un contraste enorme con la loca actividad del mundo, en el cual, el pobre ser humano pierde sus fuerzas y amarras. Lejos del tumulto de la gente, seguro en la contemplación de su propio ser, el hombre en la montaña no solamente se retira del mundo externo, sino también de los mundos que está creando dentro de sí mismo. Quizás un paralelo casi cercano a esta tranquilidad indescriptible se puede experimentar en el sueño profundo y es allí en el sueño profundo donde conseguimos una idea, aunque muy vaga, de lo que es la ecuanimidad; la tranquilidad.