En la medida en que no está separado de todo lo demás, su existencia, tal cual es, no requiere de ninguna causa externa. Lo que aparece manifiesto surge directamente de lo no manifiesto por el proceso de la creación. No surge como un efecto de algo más. No existe lo “otro” y sólo en la dualidad es qué parece exigir una explicación, como la causalidad por ejemplo, para explicar lo que parecen ser eventos separados. En realidad, no hay eventos separados, ni hay cosas diferentes, y no hay sucesos que deben ser explicadas. “(David Hawkins, 2001, The Eye of the I, p. 110.).

Al utilizar este punto de vista en relación a la historia de Pi, algo pasó en mí y me di cuenta de hasta qué punto yo no estaba solo dándome cuenta de la verdad, sino que estaba actualizando la verdad de la vida de Pi. ¡Así es como obra Dios!

Cuanto más dejamos ir a nuestros apegos a nuestra posición, nuestros pensamientos y creencias – las que están basadas ​​en el razonamiento lógico y racional – más será lo que evolucionaremos vibratoriamente. La resonancia de un individuo con la verdad se vuelve más armónica. Actualizar la verdad de que a uno no le falta nada en este momento, es visto como liberador, un aligeramiento de nuestras cargas, y nos da una mayor capacidad de entregarle nuestra voluntad propia a un poder superior.

Nos preguntamos por qué ciertos  rituales y entrenamientos espirituales funcionan para algunos y por qué no funcionan para otros. ¡No puede ser un truco! Sólo puede ser una práctica de vivir en la constatación de que a uno no le falta nada en ese momento. Es inevitable que uno está dispuesto a renunciar a su existencia y todas sus expresiones a Dios. Cuanto más real esto se hace, que somos la unidad y la fuente de todo lo que es, más se desarrolla la fuente universal de Todo Lo Que Es en consonancia con esta verdad. Ocurrencias fenomenales e inexplicables suceden con regularidad, y el grado de incertidumbre que hemos llevado con nosotros todos estos años – tal vez por vidas enteras – se desintegra.