alquimia-manipulando-las-leyes-naturalesPor William Bezanson

La alquimia ha tenido una mala reputación. La educación de un ingeniero, o de alguna de las profesiones que implican las ciencias tradicionales, silencia sistemáticamente el más mínimo interés en las explicaciones espirituales, místicas, psíquicas y otras del mundo natural. (He tenido que hacer mucho a lo largo de los años para solucionar este problema.) Uno de los primeros en la lista de temas tabú es la alquimia. Influenciado por imágenes sarcásticas y arcanas de experimentadores en laboratorios primitivos portando vestimenta medieval, la noción popular de los alquimistas es de personas que hacen inútiles intentos de convertir el plomo en oro. Tales nociones suelen ir acompañadas por el sentimiento de fracaso de no poder hacer tales transmutaciones y del abandono de este tipo de pérdidas de tiempo tan inútiles y sin educación.

Y sin embargo, queremos creer en ella. Parecería que el hombre tiene una necesidad persistente de creer en lo “sobrenatural”. Queremos pensar que hay algo por ahí, alguna otra explicación para nuestro mundo confuso.

Ciertamente, para mí, he sentido esas ansias toda mi vida. Desde mis primeras experiencias fuera del cuerpo en la infancia donde flotaba por encima de mi cama, y después en mi adolescencia con mi fascinación con el hipnotismo, continuando con mis esfuerzos con la meditación, el trabajo con los sueños, y los estudios religiosos comparativos, hasta éstos últimos años de experiencias espirituales, análisis junguiano y estudios místicos; por todos estos años, este ingeniero enmudecido titubeaba entre el mundo físico, tangible y mundano y el mundo espiritual, sutil y esotérico.

Un tema común durante todos estos años ha sido la idea de la alquimia. Tal vez no me di cuenta cómo se llamaba propiamente en la antigüedad, pero hace varios años en una conferencia Rosacruz aprendí que la alquimia era el término correcto. Yo ya sabía que la alquimia no se trataba en realidad de la transmutación física de elementos mundanos, sino de la transmutación espiritual de nuestras almas impuras a un estado más puro, más refinado, y que la imagen de laboratorio medieval era simplemente una táctica de distracción para engañar a los solicitantes indignos, insinceros, y que no estaban preparados.