Cuando éramos  bebés, tal vez todos teníamos una comprensión profunda y clara de las cosas – del universo, del círculo de la vida, de Dios. A medida que envejecemos y nuestra historia se desarrolla, tal vez la memoria de dónde venimos y por qué hemos venido aquí en primer lugar se niebla debido a las historias y las preocupaciones de la vida humana.

Parece ser que a su tierna edad de cuatro años, mi pequeño todavía tiene alguna conexión con ese lugar iluminado. Y por la noche, cuando por fin puedo pensar en todo un día de lucha y mal comportamiento, me pregunto si no está luchando conmigo después de todo. Me pregunto si tal vez él está luchando contra un mundo que le está pidiendo a ceder y olvidarse de la parte más importante de sí mismo. Me pregunto si él está confundido por el hecho de que todavía puede recordar y conectar con ese tipo de espiritualidad, que casi nadie más a su alrededor puede. Me pregunto si él está frustrado porque no tiene las palabras para describir las cosas que él entiende, porque no existen esas palabras.

¿Es mi hijo más especial que cualquier otro? No. Creo que lo que estoy describiendo aquí no es exclusivo de él. Él es cariñoso y malcriado y divertido y duro, igual que cualquier otro niño. Y tal vez sus rabietas en realidad sí son sobre ese pedazo de chocolate que él quiere en este momento o ese programa que no puede ver.  Pero creo que hay mucho más de la historia.

1 2 3

About The Author