Un niño de cuatro años y Dios

Y a menudo en esos últimos minutos antes de que sea hora de que se vayan a dormir, parecen volver a sí mismos. Como por arte de magia, ellos se vuelven de nuevo en encantadoras almas pequeñas, suaves y espirituales. Y es en estos momentos que estoy bastante segura de que se conectan con el lugar en el que estaban antes de venir a este mundo. Creo que se conectan con Dios, o con el cielo, o con algún lugar fuera de este mundo – porque se puede ver en sus ojos y se puede escuchar en su voz. Hablan de cosas como dónde estaban antes de que nacieran. Mi hijo me habla de “la universidad del bebé” – un hermoso lugar donde, según él, todo el mundo llevaba collares brillantes. Él me dice que el sonido de la lluvia le recuerda a mi hermana – quien no ha estado con nosotros por más de 12 años y a la cual él nunca conoció.

A esta hora del día, creo que los niños están cansados. Cansados del aprendizaje, crecimiento y el desarrollo, y sobre todo, cansados de asimilarse a los adultos en miniatura que el mundo espera que sean. Creo que están tan cansados ​​que bajan la guardia y se olvidan de todos los mensajes que ven y sienten y escuchan todo el día diciéndoles “actúa como un niño grande”, a “permanece en silencio”, o que casi todo el mundo está “demasiado ocupado” para jugar en estos momentos. Cuando miro a los ojos cansados ​​y brillantes de mi hijo, es claro para mí que este pequeño sabe algo que la mayoría de nosotros no. Que él sabe mucho más acerca de la forma en que funciona el universo que cualquiera de nosotros los adultos podríamos saber.

Pensando en estos hermosos pequeños espíritus siendo bombardeados todo el día por un mundo que les está pidiendo que se olviden de la parte iluminada de sí mismos, explica mucho para mí.  Explica la rabieta que lanza en el parque, el llanto de un niño atrapado en un carrito en el supermercado, y los pleitos llenos de angustia entre dos hermanos pequeños. Es como una batalla que se libra dentro de ellos. Por un lado, un espíritu puro que ve el mundo en términos de espíritu, energía y conexión y, por otro, un ser humano que ve el mundo en términos de cosas, deseos, y necesidades.