Yo le hablo a la mente subconsciente Por Enrique Villanueva C.Ht. En el Día Mundial de la Hipnosis (4 de enero) me toco dar una demostración un poco dramática del poder de la mente subconsciente. Había anticipado a los asistentes que mi trabajo como hipnoterapeuta consistía más en deshipnotizarlos de la programación a la que social y culturalmente estaban siendo sometidos, que a colocarlos en un estado de trance. Pero puesto que nadie lo creía realmente, procedí a sacar de la bolsa que traía conmigo un muñeco Vudú, que “una sacerdotisa de esa religión había preparado con ramas, sangre y telas viejas para mi demostración de esa noche”. El artefacto en si mismo era bastante impresionante y procedí a pedir un voluntario que no creyese, ni tuviera miedo del poder del Vudú. Un joven de unos 16 años se puso de pie. Le explique mientras abría el pecho del muñeco que éste estaba vacío, que no tenía un “alma”, y que para que la magia funcionara necesitábamos colocarle una. Le pedí un anillo o algo que llevara consigo en representación de su alma, pero no traía nada encima, así que procedí a pedirle a la mamá allí presente, que me prestara uno de sus aretes. Les explique qué puesto que el arete venía de la madre como el hijo había venido de ella también, este artefacto podría hacer las veces del alma del muchacho y frente al público coloque el anillo en el interior del muñeco Vudú. Luego puse una de mis manos en el hombro del muchacho y, mientras lo miraba fijamente a los ojos, le sugerí que sin importar lo que sintiera más adelante tratara de mantener la calma, y que confiara en que yo no le haría daño, lo que sea que ocurriese obedecía únicamente a la finalidad de la demostración de esa noche. Dando ahora la espalda al joven empecé a amarrar los pies del muñeco con un hilo rojo luego de lo cual pregunte al muchacho que es lo que experimentaba. Para sorpresa de todos él sentía una gran pesadez en las piernas y pies. Volviéndome hacia él le pedí que moviera los brazos arriba y abajo mientras yo ataba los del muñeco. El público empezó a reír nerviosamente cuando los brazos haciéndose cada vez más pesados dejaron de moverse por completo. Le pedí que contara lentamente del 10 al 0 en retroceso mientras yo amarraba la boca del muñeco, y para cuando había llegado al 6 el muchacho quedo mudo! Comparte esto: Click to share on Facebook (Opens in new window) Facebook Click to share on X (Opens in new window) X