Lamentablemente, aquellos de nosotros que tuvimos la mala suerte de haber sido criados por padres malos también llegamos a ser cargado en la edad adulta por sus demandas. A pesar del hecho de que hayan hecho tan poco para nosotros y siempre hayan puesto sus necesidades por delante de la nuestra, nosotros mantenemos un sentido de lealtad equivocada. En parte es porque nuestra sociedad insiste en que debemos respetar a nuestros padres, y en parte porque todavía estamos esperando por su amor.

Tenemos que dejar de lado nuestros sentimientos de obligación y reconocer que si hubiéramos sido amados, estaríamos encantados de devolver el sentimiento. Al amar a las familias, la culpa y la obligación nunca deben de entrar en la ecuación. Queremos creer que pertenecemos a una familia unida y feliz, y para aquellos de nosotros que tenemos esto, debemos apreciarlo. Para aquellos de nosotros que no la tienen sin embargo, es hora de enfrentar la verdad.

Tenemos que ver que cuidar a un padre que nos hace daño no va a hacer que nos ame y ni nos va a hacer feliz. Las personas que están tan emocionalmente dañadas que son incapaces de amar a sus hijos tampoco son realmente capaces de sentir felicidad. Ellos tratan de utilizarnos para satisfacer algunas de las necesidades no satisfechas en ellos, pero nada podíamos hacer para sanar las heridas emocionales que los hacen incapaces de amar o cuidar de nosotros.

Estaríamos mejor enfrentándonos a la verdad acerca de nuestros padres, renunciando a nuestros intentos inútiles de ganar su amor y centrando nuestra atención en perseguir objetivos más fáciles de lograr y que nos llenen más. Podemos empezar a trabajar en el desarrollo del amor propio y la confianza en nosotros mismos que no tuvimos en nuestra infancia. Luego podemos entrar en relaciones con personas que son capaces de amar y aceptarnos, tal como somos.

Conéctate con Marcia en http://marciasirotamd.com.