Lealtad equivocada hacia los padres hirientes Paradójicamente, los que fueron amados y aceptados durante su crecimiento tienen un tiempo mucho más fácil al separarse de sus padres que las personas quienes fueron abandonados, rechazados o abusados. Un apego seguro y amoroso en la infancia conduce a una capacidad saludable de separarse cuando son adultos. Aquellos de nosotros que fuimos amados somos capaces de ver claramente a nuestros padres como los seres humanos decentes, aunque imperfectos, que son, y podemos vivir una vida rica e independiente. Los que nos sentimos rechazados tenemos más dificultad en dejar ir a nuestros padres. Tendemos a estar muy enredados con ellos en la edad adulta, mientras continuamos tratando de ganar su aprobación esquiva. A pesar de que podríamos estar enojados con ellos y siempre tenemos conflictos, seguimos gastando mucho tiempo y energía en esta relación frustrante e insatisfactoria. Lamentablemente, entre más peor nos trataron, más terminamos haciendo por nuestros padres cuando somos adultos, y más es la falta de respeto que toleramos. Los padres cariñosos crean a hijos con confianza propia que no aceptan el maltrato de nadie. Personas que no son buenos padres crían a hijos que están plagados de dudas y sentimientos de inadecuación. Este grupo acepta ser maltratados como si fuera algo natural. Los padres que aman a sus hijos nunca los hacen sentir culpables por el amor y la atención que están recibiendo, y no hacen que los niños se sienten responsables por el cuidado de las necesidades emocionales o físicas. Los padres rechazantes, por el contrario, siguen y siguen hablando sobre cómo están agobiados por sus hijos y cuántos sacrificios han tenido que hacer para criarlos. Los niños que fueron queridos no se sienten en deuda con sus padres y no son impulsados por la culpa para atender sus necesidades después de haber salido de casa. Al grupo no amado le han lavado el cerebro para creer, equivocadamente, que el papel de un niño es cuidar siempre a sus padres. Estas personas son impulsadas por un fuerte sentido de obligación. Los niños queridos se convierten en adultos que aman a sus padres y que están felices de estar allí para ellos cuando hay una necesidad válida. Por otro lado, los padres amorosos no desean imponer a sus hijos adultos ya que no quieren ser una carga para ellos. Niños que no recibieron suficiente amor se convierten en adultos que pueden resentir a sus padres egoístas, que hacen daño, pero no son capaces de rechazar sus demandas. Padres sin amor ven a los niños como si hubieran sido puestos en la tierra con el fin de satisfacer las necesidades de los padres, y por lo tanto no tienen ninguna dificultad para imponerse sobre ellos. Comparte esto: Click to share on Facebook (Opens in new window) Facebook Click to share on X (Opens in new window) X