Es hora de dejar espacio para el debate abierto sobre los desafíos a los que nos enfrentamos para que podamos ofrecernos apoyo mutuo y ayudarnos a encontrar soluciones. Muy a menudo, escucho a la gente que predica la ley de la atracción como si al tener un pensamiento negativo se va a manifestar una situación horrible. Un día mis amigos me corrigieron cuando dije la palabra “no”, como si hubiera pronunciado una maldición que me enviaría al fuego del infierno y condenaría a nuestra mesa. Hay una diferencia entre marinar en la dura realidad y reconocerla. La realidad debe ser reconocida antes de que podamos empezar a cambiarla. De lo contrario, sólo se enterrará más profundamente para después brotar con mayor fuerza en otro momento.

Tenemos la impresión de que podemos controlar todo con nuestra mente (el ego) y olvidamos que algo más grande y fuera de nuestro control está en juego aquí también (nuestra alma). Si la ley de la atracción trabajara como dicen, entonces no estaríamos en uno de los peores momentos económicos de nuestra historia ¿verdad? He visto muchos mensajes en Facebook con citas animando a la gente a mantenerse alejados de la negatividad o de lo contrario pueden ser arrastrados por ella. Entiendo esta forma de pensar desde un punto de vista práctico, en determinadas circunstancias, pero, ¿quién se va a bajar al barro para ayudar a aquellos que lo necesitan si se nos enseña a tener miedo de la negatividad? Poder venir de un lugar de compasión y comprensión, y no del juicio o el miedo, puede ser tu “protección”. Esto requiere un corazón abierto.

No te estoy animando a vivir en la negatividad, pero sí te estoy animando a abrirte a un poco a la angustia de vez en cuando. No apartes la mirada de las personas desamparadas que veas en la calle. Escucha abiertamente y sin juicio a alguien que tiene que compartir sus desafíos de la vida. Llora las lágrimas que puedan surgir como consecuencia de ello. Piensa en lo que verdaderamente te rompe el corazón. Es a través de este canal que se encuentra la conexión a la compasión de uno hacia el otro. También puede ser un catalizador para inspirar a compartir tus dones de servicio, lo que produce cambios maravillosos y positivos en nuestras comunidades y el mundo.

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