Siete estrellas Siete estrellas Por María Ivana Croxcatto Sentía ese miedo frío, de manos temblorosas, de ojos llorosos y corazón apretado entre dos enormes piedras que la estaba envolviendo otra vez. De nuevo, el manto pegajoso de la luz que no la dejaba ver más allá, ni más adentro, ni más profundo. La pregunta parecía quedarse flotando ahí, en la superficie de su mente, como un corcho hinchado por el aire, sin pies ni manos que le permitieran anclarse ni jades ni rubíes con los que pudiera bucear hasta el fondo. Ella sabía que tenía que decidirse por uno u otro camino: tenía que saltar y llegar muy muy alto, hasta perderse… o tenía que bajar muy muy hondo, hasta perderse. Uno u otro camino terminaban confundiéndose en esa red infinita, hecha de éter, de líneas punteadas que lo conectan todo, que los ojos alcanzan a ver como un gran calidoscopio de vidas, de gentes y lugares, de encuentros que forman figuras y desencuentros que las separan, un calidoscopio para el que cada uno emplea su propia linterna, iluminado por las sombras de su propia pregunta sin respuesta. Sentía el miedo metiéndosele por la piel. La incertidumbre se le había transformado en miedo y había aceptado palpitar allí, escondida, protegida por la coraza que el miedo le construyó. Podía leer esa misma pregunta en los ojos de todos los demás, aunque muchos ni siquiera se animaban a desenterrarla, y otros sólo la espiaban de tanto en tanto para volver a hundirla con la misma temblorosa rapidez. Comparte esto: Click to share on Facebook (Opens in new window) Facebook Click to share on X (Opens in new window) X