En tiempos cuando diversas revoluciones políticas se han manifestado, otros hemos comenzado la revolución de la vida, el reinicio de los tiempos y a ellos accederá aquellos que se han venido preparando. Estamos en el último escalón del ayer mientras mantenemos entreabierta la puerta del hoy, al que llegamos con toda suavidad pero con firmeza si bien también con algo de temor. Tememos a todo cambio, al de conciencia, de costumbres y sistemas de creencias, a la modificación de viejos paradigmas que bien nos han servido para vivir apoyados en ellos, que nos han mantenido en un espacio de confort.

Pero los tiempos se transforman en todos los aspectos: físico, energético, social y sobre todo, de conciencia. Este hoy al que me refiero, como todo cambio, viene precedido de manifestaciones dolorosas, trastornos físicos concebidos por modificaciones energéticas. Unas creadas por nosotros, otras, en su mayoría, por el aumento frecuencial de nuestro planeta.

Hay una red lumínica compuesta por meridianos y ecuadores que dividen la Tierra. Se trata de bandas energéticas que, con su alto giro y vibración, lo llevan a madurar mientras pasa por esos cambios de frecuencia. Ellos dependen de innumerables y difíciles aspectos, pero uno muy importante, es la frecuencia de sus habitantes: el hombre. Este debe capitalizar las modificaciones que continuarán viniendo.

Todo lo que va en vía de la perfección se transforma, se depura, para llegar a estados superiores y, en el caso de la estructura de la Tierra, va a perder gran cantidad de masa. Veremos una nueva arquitectura geográfica diferente, en ella apreciaremos la elevación de terrenos planos y el hundimiento de algunas altitudes. ‘

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