Hace ya algunos años, gracias a la guía de mi maestra: Shaktiananda Ma y su esposo Victor Mayo Shivavanda, llegó a mi vida la palabra “Mantra”. Sin saber que “Mantra” es un término milenario del ancestral idioma Sánscrito, que significa “Instrumento para Pensar”, o que se trataba de la música sagrada entonada desde hace miles de años, por millones de seres humanos, como la práctica más sublime para contactarnos con la divinidad que vibra en toda la existencia…

Yo sólo sabía que era hermoso entonar el “Om”, el mantra primordial. En ese momento, aunque contaba con un conocimiento muy limitado o no recordaba nada aún, desde mi aspecto intelectual, la grandeza y el poder de esta sílaba, en apariencia tan simple… Cuando cerré los ojos y dejé que el sonido se hiciera uno conmigo, supe que no habría marcha atrás. Algo dentro de mi supo que se había abierto una puerta hacia el infinito.

Si sabemos que todas nuestras células vibran, que cada átomo de nuestro cuerpo reacciona también ante la vibración y al estar familiarizados con la bien conocida afirmación: “El Verbo es Creación”; podemos abrir nuestra mente a un entendimiento mayor y de esta forma abrirnos también a la experiencia de conexión que llega cuando cantamos un mantra. La única intención sería la máyor entrega, la fé más elevada que seamos capaces de sentir, que en algunos casos llega en forma de quietud, de paz en las tormentas de la mente, y finalmente se va produciendo en nosotros la certeza de que estamos cantando algo que ya conocemos, que vibra en todo nuestro ser, y que repetimos para volver a recordar por qué estamos aqui, cantando otra vez.

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