Tanto la falta de confianza como el exceso de la misma pueden contribuir a que no tengamos una vida tan exitosa como se podría y es en este momento que debemos usar la reflexión.

Como he podido leer de mi amigo Franco Voli en su libro “El derecho a sentirse bien” Me hizo reflexionar y me llevó a darme cuenta de que ya estaba bien de tonterías.

Algunas personas desarrollan su práctica de reflexión de manera individual, a través de la meditación, la oración o la escritura de un diario. El arte también puede servir de elemento reflexivo si se utiliza más como medio de expresión y autoanálisis que como técnica mecánica.

Cualquier cambio de rutina en tu actividad te puede dar la pauta para un descanso mental y el cambio de actitud que requiere la reflexión. Aunque sean unos minutos, haz que valgan al no interrumpirlos y permitirte amplio espacio. Algunas personas reflexionan en el largo camino a la oficina, en el baño matutino, al correr en el gimnasio, en el tiempo que tardan en tomar un café. Por más ocupado que te encuentres, hay algún momento en que estás solo y tus ideas pueden fluir con más facilidad.

Otra forma creativa de reflexionar es instruir a otros al respecto. Es bien sabido que para enseñar a otros, primero debes aclarar las cosas ante mí mismo. La experiencia de ser docente, o unirme a grupos para compartir mejores prácticas o escribir para algún blog siempre me invita a la reflexión para poder hacerlo bien. ¿Quieres aprender bien algo? Enseña a otros a hacerlo. Se profundizará el tema para ti y se abrirá para ellos. Como quiera que lo hagas, haz un espacio para reflexionar y alimenta tus acciones diarias con los frutos de tu reflexión. Explora distintas formas de hacerlo y nunca subestimes el poder de un respiro para generar nuevas posibilidades. En el entorno organizacional, es aún más importante que nunca permitir y fomentar la reflexión.

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