Cada momento precioso Por Louix Dor Dempriey ¿Cuántas veces has sentido algo muy profundo en tu corazón que realmente querías decirle a otro y, sin embargo, podrías haberselo dicho a veinte o treinta personas, pero nunca a ellos? Aunque muchas excusas podrían justificar la evasión, sólo hay una verdadera razón: Miedo a la intimidad. ¿Qué crees que podría pasar si calmaras tu mente y tu cuerpo emocional y le dieras el elogio a la persona que más merece escucharlo? Es posible que ambos empiecen a llorar y abrazarse. Tal vez tu amigo te dirá que te quiere, dejándote a ti con un dilema nuevo – tener que recibir amor puro e incondicional de otra persona. Todo tipo de temores surgen de este pensamiento: “¿Qué voy a decir? ¿Qué voy a hacer? ¿Voy a estar obligado a él? ¿Qué vendrá ahora que hemos cruzado el puente prohibido?” Estos temores pueden conducir a grandes esfuerzos para evitar ser íntimo con las personas que realmente necesitas y con quienes anhelas estar. El mejor lugar para iniciar esta conversación es con tus padres. ¿Cuántos de ustedes tienen un padre que falleció antes de que tuvieran la oportunidad de decirles algo que realmente le querían decir? ¿Cuántos de ustedes todavía tienen momentos en los que sienten un nudo en la garganta, un nudo en el pecho, o lágrimas en los ojos al pensar en ello? ¿Cuántos de ustedes han implorado, “Dios, si la tuviera ante mi por tan solo un minuto, correría hacia ella, me postraría ante sus pies y le diría lo mucho que la quiero y lo agradecida que estoy de que fuera mi madre”? Pero en lugar de decírselo a ella, se lo dijiste a todos los demás… o a nadie en absoluto. Y para aquellos cuyos padres todavía están vivos, ¿por qué esperar? Diles lo que sientes ahora y cada vez que puedas. El tiempo es el bien más preciado del planeta. Ningún momento vive más allá de los límites de sí mismo. No hay momento que se puede vivir dos veces. Sabiendo esto, ¿estarías dispuesto a hacer una promesa a ti mismo? ¿Podrías prometer que vas a vivir cada momento de tu vida como si fuera el último? Porque lo es. Mañana no se le promete a nadie. Aunque muchos se apresuran a hacer esta promesa, pocos la mantienen porque, poco después de cada epifanía o renovación espiritual, la mayoría de las personas se dejan atrapar de nuevo en la máquina de las rutinas diarias de la vida. Comparte esto: Click to share on Facebook (Opens in new window) Facebook Click to share on X (Opens in new window) X