Tus dolores y malestares no son causados por la gente o el mundo externo (que no pueden sino ser neutrales) sino por la manera como tu pensamiento interpreta el mundo; de hecho me a atrevo a decirte que tu no vives en el mundo como realmente es, sino en la ficción que has construido en tu mente. Por ello dos personas pueden ir a ver la misma película, y mientras una piensa haberse llenado de inspiración y pasa un día lleno de ideas elevadas, la otra en cambio creyó ver escenas deprimentes y se siente invitada a la tristeza y el pesar por el resto de la semana.

La película como ven no es el problema sino la manera como la leemos, pero vayamos a una situación más puntual:

“Mi suegra tiene la culpa de que yo este molesta y hasta ulceras tengo de aguantarla…”, me decía una señora señalando la aparente causa de su dolor.

Que fácilmente nos quitamos responsabilidad, haciendo a los demás culpables de nuestros estados de ánimo y por ende responsables de nuestra salud ¿verdad? Pero yo les digo: Si exprimen un limón ustedes no consiguen jugo de manzana, ni vino, ni leche sino que sale jugo de limón, pues este ya se encontraba allí adentro. El sabor del jugo no depende de quién lo exprima y de la misma manera, ustedes no están molestos porque la suegra los ‘exprimió’, sino porque la rabia y el desagrado ya estaban allí adentro, listos para ser detonados como granadas al menor descuido.

Si cuando alguien te ‘exprime’ lo que sale de ti es rabia, no es porque la persona te ponga rabioso sino porque has sostenido demasiados pensamientos de rabia a lo largo de tu vida y ahora cualquier cosa los activa, pues están dentro de ti, y no es de extrañar que eventualmente lleguen a enfermarte.

Conozco también mucha gente que cuando es ‘exprimida’ todo lo que sale de ellos son pensamientos de compasión y un profundo deseo de ayudar al otro, y puesto que en el orden del pensamiento lo que das es lo que recibes, esta gente no puede hacer otra cosa más que sanar.