No obstante, mucha gente aún confunde la vida con la supervivencia y se dedica no a “vivir”, sino a “sobrevivir”, que son cosas bien distintas. De hecho, las preocupaciones y ocupaciones cotidianas de la buena parte de la gente se centran todavía en “sobrevivir” y a esto le llaman “vivir”.

“Sobrevivir” se basa en el utilitarismo, el valor de cambio, el esfuerzo y la huida del momento presente. Me explico. Por un lado, para “sobrevivir” se necesitan ineludiblemente cosas y personas, que pasan a tener un carácter “utilitario” e instrumental para la deseada supervivencia. Las personas, las cosas, la Naturaleza, el planeta, etcétera se conciben sólo al servicio de la propia supervivencia. Así, hasta el amor se convierte en una mera emoción derivada de esa necesidad instrumental del otro. Por otro, todo aquello que se incluye en “sobrevivir” conlleva una contrapartida o precio -suele ser valorable en términos pecuniarios, en euros- y requiere esfuerzo y trabajo. Por último, “sobrevivir” se caracteriza por moverse entre el pasado y el futuro, desatendiendo e ignorando el presente.

En cambio, para “vivir” no se necesita nada ni a nadie. Sobra con la Vida y con tomar consciencia de nuestro “verdadero ser”, constatando su naturaleza divinal y su pertenencia a la Unidad y Unicidad del Todo. Así se goza de la Vida sin deseos ni rechazos, situado en el momento presente y comprobando que la Felicidad es nuestro Estado Natural.

Por lo mismo, “vivir” pertenece a la esfera del Aquí y Ahora, es totalmente ajeno a lo pecuniario y desconoce el esfuerzo: sus componentes y manifestaciones carecen de contrapartida o precio y fluyen en la vida, en la de cada uno, sin trabajo y con naturalidad.