Tú no creaste tu cuerpo y tampoco eres capaz de controlar las funciones corporales.

En tu cuerpo opera una inteligencia mayor que la mente humana. Es la misma inteligencia que lo sustenta todo en la naturaleza. Para acercarte al máximo a esa inteligencia, se consciente de tu propio campo energético interno, siente la vida, la presencia que anima el organismo.

Cuando percibes la naturaleza tan sólo a través de la mente, a través del pensamiento, no puedes sentir su plenitud de vida, su Ser.

Únicamente ves la forma y no eres consciente de la vida que la anima… del misterio sagrado. El pensamiento reduce la naturaleza a un bien de consumo, a un medio de conseguir beneficios, conocimiento o algún otro propósito práctico.

Observa, siente un animal… una flor… un árbol… y mira como descansan en el Ser.

Es una armonía, una sacralidad que además de compenetrar la totalidad de la naturaleza, también esta dentro de ti. Cada uno de ellos es él mismo. Tienen una enorme dignidad, inocencia, santidad.

En el momento en que miras más allá de las etiquetas mentales, sientes la dimensión inefable de la naturaleza, que no puede ser comprendida por el pensamiento.

La respiración es natural. El aire que respiras es natural, como el propio proceso de respirar.

Dirige la atención a tu respiración y date cuenta de que no eres tú quien respira.

Conecta con la naturaleza del modo más íntimo e interno percibiendo tu propia respiración y aprendiendo a mantener tu atención en ella. Esta es una práctica muy curativa y energetizante.

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