No puede ser de otra manera. Ahora, tras soltar, observas desde donde no hay nada inventado, fijado, controlado, programado. Ya no eres tocado ni alcanzado por nada ni por nadie. Y sólo observas. Observas en Soledad (la “Edad del Sol”) y Silencio. Observas sin distracción, sin temor, sin deseo. Observas sin palabras, sin forma. Y observas hasta, incluso, dejar de observar para integrarte absolutamente en lo observado. ¡Y en ese preciso momento tomas consciencia de la Consciencia y de que eres el Todo!

Entonces no hay vuelta atrás posible. Has hecho tuyo el “Poder de Soltar” y asistes al maravilloso Milagro del desapego completo. El vaciamiento llena tu Vida, que ya no es tal, sino la Vida misma. Y contemplas todo de modo diferente, pues se desvanecen los velos y disfraces que tapaban lo Real. En ese instante, una nueva visión de la “realidad” aparece ante ti. Y todo lo que fuiste, eres y serás se descubre ante tus ojos nuevos. Todos los tiempos y el destello mismo del tiempo se abren espléndidos.

Ya todo es claro e intensamente pleno. Y te inunda un Amor que no es describible. El Amor que se expande desde la Sabiduría de que nada es ajeno a ti y nada se halla fuera de ti. Tú eres todo lo mirado y observado, sin excepciones. Estás unido a Todo y no hay diferencia alguna entre el Todo y tú. Y te inunda el discernimiento de la ficción que supuso todo aquello que llamaste “yo”, “me”, “mí”, “mío” o “mi”.

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