Con Reflexión y Acción

Por Carlos Góngora

Muchas personas en la época de estudiante de secundaria, para algunos años atrás, es cuando se empieza a preguntar seriamente quién y cómo somos, nos damos cuenta de que hay actitudes, comportamientos que no nos gustan demasiado de nosotros mismos. Sentimos la necesidad de modificar una serie de situaciones personales que no cumplen con lo que nos gustaría ser.

Después al terminar los estudios superiores e iniciar a trabajar se dan realmente cuenta de que son inteligentes, bien parecidos, empresarios, comenzando a tener experiencia de vida, les gusta mucho hablar con los demás y, en general, comienzan a tener cierto éxito.

Sin embargo, no se sienten cómodos con la imagen que tienen de sí mismos. Viven cómodamente y tienen buena salud, pero no se sienten felices. Algunos piensan que, de haber tenido más suerte, hubieran podido aprovechar mucho más las capacidades y cualidades que por naturaleza Dios les ha otorgado.

Déjame decirte que yo también me sentía de igual forma y en mis relaciones familiares, tampoco me sentía muy a gusto. Trabajaba demasiado y pensaba que no tenía bastante tiempo para dedicar a la familia; por lo menos, esto era lo que me decía a mí mismo y lo que le decía a mi Esposa. Esto hacía que me sintiera frustrado y descontento y en una situación continua de depresión latente que repercutía sobre mi eficacia profesional y social y evidentemente sobre mi bienestar en general.

Este estado de ánimo había estado madurando desde hacía tiempo y a un nivel profundo. De alguna forma, no había sido consciente de ello o no había querido, ni quería, reconocerlo y menos aceptarlo.

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

About The Author