¿Qué sucedió? Podría decir que fue un producto de la mente, una ilusión de los sentidos o que fue Dios. O algo parecido. Intento no ponerle nombre, y más difícil aún, procuro no esperar a que suceda de nuevo. Hay cosas que alejamos en nuestro afán de alcanzarlas.

También hay mañanas cuando sentado en este lugar el tiempo pasa y la sensación más intensa son las hormigas caminando sobre mis pies o la lluvia pasajera en los hombros. Luego, mientras desciendo por el sendero rumbo a mi auto, veo que el mar sigue allí e intuyo que esa energía también. De la misma forma como debo llevarla encima. Y adentro.

Hace un par de días me topé con unos versos de Rumi que parecieran haber sido inspirados en este lugar que tanto aprecio:

Así como la sal se disuelve en el océano fui tragado en ti, Más allá de dudas o seguridad.

De pronto aquí en mi pecho una estrella apareció tan clara, que atrajo a todas las estrellas hacia ella.

Lo que inspiró a este místico sufí hace 800 años se parece mucho a lo que me sucede en ciertas oportunidades, allí, al borde del mar. Podría justificarlo diciendo que a fin de cuentas la experiencia humana no varía mucho a pesar de los siglos, o quizás, que venimos arrastrando ciertas sensibilidades y creencias aunque no seamos conscientes de ellas.

Pero también es posible (y me resulta cada vez más cierto) que esa energía que traspasa el presente es tan real como las estrellas y el océano mismo.

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