Para ello compararon las reglas de sintaxis (la manera en la cual las palabras se ponen juntas para formar frases y oraciones), la semántica (el estudio del significado en formas de lenguaje) y las reglas básicas de la gramática.  Ellos encontraron que los alcalinos de nuestro ADN siguen una gramática regular y sí tienen reglas fijas justo como nuestros idiomas. Por tanto, los idiomas humanos desde la mítica Torre de Babel, no aparecieron coincidencialmente sino que son un reflejo de nuestro ADN.

Es enteramente normal y natural para nuestro ADN reaccionar al lenguaje. Si esto se comprueba nos preguntamos: ¿Entonces si se activa con vibración y palabras… ¿También se podría desactivar mediante palabras y afirmaciones negativas repetidas? Y pienso en el mantra de cada domingo que se adhirió por generación tras generación grabándose en los genes: “¡Por mi culpa! ¡Por mi gran culpa!” o “No soy digno” o “Eso es pecado”, etc.  Eso sería un simple ejemplo de cómo las palabras generarían una personalidad culpable, o temerosa, o sumisa y sin poder. Generando una desprogramación psicoemocional y trasmitiendo eso a la generación futura. Entonces si se comprueba esto, el potencial del ADN pudo haber sido desprogramado desde hace milenios de muchas formas.

Mientras que los investigadores occidentales cortan genes individuales de los filamentos de ADN y los insertan en otro lugar, los científicos rusos con entusiasmo crearon aparatos que influyen el metabolismo celular a través de frecuencias de radio moduladas y de luz, reparando defectos genéticos.

Ellos aún capturaron los patrones de información de un ADN en particular y lo transmitieron a otro, reprogramando células a otro genoma. Así exitosamente transformaron, por ejemplo, embriones de ranas a embriones de salamandra, “simplemente transmitiendo los patrones de información de ADN”.  En esta forma la entera información fue transmitida sin ninguno de los efectos colaterales o desarmonías encontradas cuando se cortan y reintroducen genes individuales de ADN. Esto representa una revolución increíble: simplemente aplicando la vibración o sea frecuencias de sonido y el lenguaje.

Este experimento señala el inmenso poder de la genética de las ondas, que obviamente tiene una más grande influencia sobre la formación de organismos que los procesos bioquímicos de las secuencias alcalinas.