¡Ya medito! Por Helena Aramendia No se ustedes, pero yo he tratado de meditar durante años y hasta hace relativamente poco no lo había conseguido. Me faltaba tiempo o me faltaba concentración. Me sobraban pensamientos y distracciones y siempre terminaba frustrada. Unos meses más tarde lo volvía a intentar. El incienso, las velitas, mi cojín favorito, y enseguida a pensar. Al principio pensaba en lo que iba a hacer después durante el día o en cualquier asunto que me preocupase. Cuando conseguí controlar esto y empecé a contar respiraciones pensaba que me había equivocado en la cuenta y tenía que volver a empezar. Si me tumbaba me quedaba dormida. Si me ponía en una posición lo más cercana a una meditación zen, enseguida me daban calambres. Y siempre siempre, no importa qué técnica intentara, al final me quedaba una sensación de fracaso, de culpa, de no ser capaz de meditar, y dejaba de intentarlo por unos meses. Y lo más difícil de todo era pretender que mi mente se vaciara del todo, que estuviera en blanco. Eso sí que era imposible. Hoy voy a compartir con ustedes lo que he aprendido en estos años de práctica, y espero que a partir de hoy puedan cambiar sus ideas sobre la meditación. De momento, como adelanto, les puedo decir que la mente nunca se para porque no está diseñada para ello, y que tampoco se vacía, igual que tampoco se puede vaciar el mar. Eso no es la meditación. Lo primero que he aprendido es que hay tantas formas de meditar como personas. Cada uno elige su manera. No hay formas equivocadas de hacerlo, así que el paso número uno y el más importante es dejar ir expectativas y juicios. Vamos a olvidar por un momento todo lo que sabemos sobre la meditación y vamos a revisarlo con una mirada fresca y nueva. La mayoría de nosotros meditamos aunque no seamos conscientes de ello. Cuando contemplamos embelesados algo que nos gusta, la placidez de un bebé en su cuna, un atardecer, una flor… sin otro pensamiento, sin agenda, solamente estando presentes y conectados con ese sentimiento de belleza, amor, placer o gratitud, eso es meditar. Aunque solo sea por unos minutos. ¿Por qué? Porque en ese momento simplemente ¨somos¨. El resto del mundo está aparcado. Habitualmente en un momento así respiramos hondo sin darnos cuenta, y nos adentramos en ese sentimiento, en ese instante de quietud donde no hay sitio para nada más. ¿Se acuerdan ustedes cuándo fue la última vez que se sintieron así, aunque solo fuera por unos segundos? En ese estado dejamos ir toda tensión de manera automática, y no hay lugar para nada más. Comparte esto: Click to share on Facebook (Opens in new window) Facebook Click to share on X (Opens in new window) X