Las trampas del ego en la evolución espiritual Por Mariana Bonilla-Posse La primera pregunta que me he hecho siempre es: ¿Qué es el ego? Cuando escuchamos la palabra “ego” solemos asociarla con aspectos negativos de la personalidad. De hecho, algunas de las palabras que tienen una connotación negativa, son, por ejemplo: egoísmo, egocentrismo, ego maníaco, etc. Sin embargo la palabra “ego” viene del latín y quiere decir, simplemente, “yo”. Cuando queremos expresar cualidades opuestas, no decimos “egodadivoso”, por ejemplo: decimos “generoso”. En definitiva, todo lo que signifique pensar en el “yo” parece ser negativo, o por lo menos ese es el sentimiento que el lenguaje y la cultura consigue evocar en nosotros: si queremos evolucionar como personas no debemos pensar mucho en el “yo”. Esta es, sin embargo la palabra más profundamente significativa para el ser humano en todas las lenguas: Yo, I, Ich, Ego. El ego es la conciencia de cada persona con respecto a su propia existencia separada de otros; el YO SOY es la expresión de la corriente de vida única e individualizada que es cada uno de nosotros. Entonces, ¿cómo y cuándo convertimos el ego en aquel villano que acusamos de ser el impulsador de los actos bajos (egoístas) y anti-espirituales nuestros? No sabría decirlo, pero para mí está muy clara la consecuencia: Para conseguir vencer el ego y desarrollarse espiritualmente, lo indicado es “luchar” contra él, es decir, luchar contra nosotros mismos, ¡luchar contra aquel antagonista interno que no parece dejarnos tranquilos ni un solo instante! De hecho, durante los muchos años de búsqueda de mi verdad, encontré que muchos maestros, rabinos y sabios de varias religiones aseguran que el “ego” es el “enemigo”; el gran “contrincante”. Según la ley de acción-reacción: a cada acción hay una reacción opuesta y equivalente. Cuando luchamos contra algo, creamos una mayor oposición, lo cual, en el caso del ego significa aumentar su influencia y por ende caer aún más en la trampa de la dualidad, la culpa y el auto-desprecio. Si vivimos en una conciencia totalmente materialista, en un mundo en el cual solo existe lo que podemos percibir con nuestros sentidos físicos, y el cuerpo físico es la única expresión de nuestra existencia, entonces el ego actúa para hacer posible nuestra supervivencia; éste es la parte del yo que se encarga de que obtengamos las necesidades básicas de la vida, y opera a través del temor en un mundo lleno de peligros. La muerte, para esta persona, significa la desaparición completa de su “yo”. Comparte esto: Click to share on Facebook (Opens in new window) Facebook Click to share on X (Opens in new window) X