Por Raquel Cabalgasales-de-schussler

“No existe hueso sin calcio, sangre sin hierro, cartílago sin sílice, ni saliva sin cloruro potásico”. De la citada premisa partió el Dr. Wilhelm Heinrich Schüssler para formalizar el descubrimiento realizado por Samuel Hahnemann, padre de la Homeopatía, respecto a la utilidad de las sales orgánicas para la recuperación de la salud.

Schüssler decía que el empleo de pequeñas dosis en la cura de enfermedades con el método bioquímico es una necesidad químico-biológica y es por ello que el tratamiento mediante Sales de Schüssler se basa en el empleo de dosis mínimas de sustancias sin las cuales sería imposible vivir. Las soluciones diluidas de las sales minerales de forma homeopática pasan de la boca y la faringe directamente a la sangre y a los líquidos intracelulares, ayudando a compensar los desequilibrios celulares en la distribución y absorción de minerales durante la enfermedad.

El organismo necesita compuestos orgánicos complejos al igual que sustancias inorgánicas para su nutrición celular y, cuando un agente patógeno interviene en una célula, ésta trabaja más intensamente para defenderse contra la causa irritante. Consecuencia de esta situación se produce un fenómeno al cual el Dr. Schüssler llamaba “trastorno de la distribución molecular”, caracterizado por la pérdida de cuerpos minerales, transformándose la célula normal en patológica. Cuando la sal pertinente no está en el lugar adecuado en el momento preciso es cuando se manifiestan un conjunto de alteraciones metabólicas y energéticas similares a las que producen muchas enfermedades crónicas y degenerativas.

Estas sales minerales preparadas tienen un mayor efecto que las soluciones naturales concentradas y aportan al organismo minúsculas moléculas de sal que son imprescindibles para muchas funciones fisiológicas, provocando en el organismo reacciones curativas que no solo pueden restablecer estas funciones sino también activarlas, acelerarlas o ralentizarlas puesto que actúan a nivel nutritivo, regulador y catalítico. El Dr. Schüssler identificó doce sales minerales a las que llamaba “remedios funcionales”, imprescindibles para el metabolismo de los minerales en nuestras células:

  1. Calcium fluoratum (fluoruro de calcio): es la sal de las articulaciones, la piel y el tejido conjuntivo. Aporta firmeza y se encuentra fundamentalmente en los tendones y ligamentos, la piel, los huesos y el esmalte dental. Útil en casos de varices y hemorroides.
  2. Calcium phosphoricum (fosfato cálcico): es la sal de los dientes y los huesos. A diferencia de las demás, ésta tiene mayor presencia en nuestro organismo pues se encuentra en todas las células y conforma la masa dura de los huesos. Es revitalizante.
  3. Ferrum phosphoricum (fosfato de hierro): es la sal del sistema inmunológico. Es muy importante pues es la responsable de una buena absorción del oxígeno; esto es, se encuentra en la hemoglobina. Mejora la capacidad respiratoria en los deportistas, aumenta las defensas del organismo y alivia y previene la inflamación y el dolor.
  4. Kalium chloratum (cloruro potásico): es la sal de las mucosas. Actúa como protectora y reguladora de las membranas mucosas y la podemos encontrar, sobretodo, en los glóbulos rojos.
  5. Kalium phosphoricum (fosfato de potasio): es la sal de la psiquis. Se considera una “sal alimento” pues es imprescindible para el suero sanguíneo y las células del cerebro, los nervios y los músculos. Útil en casos de agotamiento, debilidad y apatía.
  6. Kalium sulfuricum (sulfato de potasio): es la sal de la desintoxicación. Es útil en la eliminación de toxinas y sustancias de desecho del organismo, se encuentra en la piel y las membranas mucosas.
  7. Magnesium phosphoricum (fosfato de magnesio): es la sal de los músculos. Se encuentra en los sistemas muscular y esquelético, los nervios, el cerebro y la médula espinal, los glóbulos rojos, la glándula tiroides y el hígado. Es antiespasmódica y analgésica, ideal contra calambres y contracturas.
  8. Natrium chloratum (cloruro de sodio): es la sal de los líquidos orgánicos. Funciona como reguladora del agua en el cuerpo y se encuentra en el líquido extracelular, los huesos, los cartílagos, el estómago y los riñones. Reduce la sequedad ocular, de la piel y la boca.
  9. Natrium phosphoricum (fosfato de sodio): es la sal del metabolismo. Ayuda en el mantenimiento del equilibrio ácido-base y estimula el metabolismo. Se encuentra, sobre todo, en las células cerebrales, los músculos y nervios, los glóbulos rojos y el tejido conjuntivo. Es de gran utilidad para las agujetas y en casos de dispepsias o acidez estomacal.
  10. Natrium sulfuricum (sulfato de sodio): es la sal de la excreción. Actúa directamente sobre el hígado, la bilis y los riñones ayudando a eliminar el agua sobrante; se encuentra en el líquido intersticial. Su efecto drenante reduce las digestiones difíciles y el estreñimiento crónico.
  11. Silicea (ácido silícico): es la sal de la belleza. Se encuentra en gran parte del tejido conjuntivo y aumenta la firmeza del mismo, siendo esencial para la estructura de la piel, el cabello y las uñas. Participa en la formación de colágeno y, consecuentemente, tiene efectos antienvejecimiento.
  12. Calcium sulfuricum (sulfato de calcio): es la sal de las articulaciones. Influye en la formación del tejido conjuntivo y se encuentra principalmente en el hígado, la bilis y los cartílagos. Permite el correcto drenaje del pus.

La elección de la sal necesaria se lleva a cabo mediante un diagnóstico bioquímico facial que nos informa sobre los estados carenciales mediante la consistencia de la piel, las secreciones y/o erupciones en el rostro. No obstante, también se pueden tomar de forma preventiva pues el organismo únicamente aprovechará aquellas sales necesarias para cubrir alguna carencia aguda.